Un amor calientito y dulce
© Jazmin Castillo-Soto
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Arroz con leche
Me quiero casar
Con una señorita
De la capital.
Que sepa coser
Que sepa cantar
Que abra las puertas
De la capital.
(canción infantil)
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El arroz con leche es algo tan dulce, tan calientito, y tan consolador. El arroz con leche me recuerda a los momentos de mi infancia cuando me sentía tan protegida y amada. Mi mamá me servía un plato calientito de arroz con leche en la noche antes de dormir después de estar recién bañadita en mis pijamas. Sabe como un amor de mi familia, un amor de mi cultura, y un amor de mi madre. El arroz con leche me llena de recuerdos de mi niñez cuando escuchaba la canción infantil. Me sentía tan contenta. Ahora me hace sentir nostálgica.
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Llegué a los Estados Unidos con mi mamá y mi hermano mayor a los dos años. No recuerdo casi nada de México. Mi vida desde que recuerdo ha sido en los Estados Unidos. No tenía la edad para poder entender que no teníamos papeles y éramos inmigrantes indocumentados. Empecé a entenderlo mejor después de que mis padres se divorciaron y mi mamá se convirtió en mamá soltera. Eso fue cuando mi mamá tuvo que buscar trabajo, pero por su estatus migratorio solo pudo conseguir trabajo en un hotel limpiando recámaras.
Solo le pagaban $7.50 a la hora.
Para una mujer con tres hijos pequeños eso no era suficiente. Mi mamá tenía que trabajar largas horas y hasta trabajaba los sábados y domingos para poder pagar la renta en un apartamento pequeño y viejo. Regresaba a casa con sus manos adoloridas, los pies hinchados de tanto caminar, con dolor en los ojos de los químicos que usaba para la limpieza. Recuerdo que al llegar en las tardes mi hermano y yo nos poníamos a sobarle los pies a mi mamá porque era una manera de estar cerca de ella, de amarla, y una manera humilde de enseñarle nuestro agradecimiento. Vi mucho de lo que tuvo que aguantar mi mamá porque ella era con la que siempre estuve cerca.
Ella iba a una cita del doctor,
yo ahí estaba con ella porque traducía para ella.
Ella tenía que firmar unos documentos,
yo ahí estuve porque yo se los leía.
Ella tenía que trabajar largas horas,
yo ahí estaba ayudando a cuidar a mis hermanos.
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Aunque ella no sabía manejar esta nueva cultura, ella se esforzó por aprender y tomar clases de
inglés durante las pocas horas que le quedaban. A veces nosotros tuvimos que acostumbrarnos a
pasar los fines de semana sin ella. Aunque no teníamos mucho, ella aseguró que nunca nos
faltaba nada. Aun con todo el peso de la mamá soltera e indocumentada, ella dormía menos y se
levantaba temprano para estar ahí con nosotros. A cada juego de béisbol, concierto de baile y
ceremonia de premios ella estuvo ahí. Cada noche estaba ahí con nosotros.
Y durante las noches, después de los días largos y estresantes, mi mamá nos hacía un
arroz con leche bien calientito tal vez porque era algo barato para hacer, pero también porque nos
calentaba el alma y el cuerpo y por lo menos daba algo dulce durante las noches.
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En esos momentos nos sentíamos ricos.
En esos momentos no importaba nuestro estatus migratorio.
En esos momentos no importaba cuánto dinero teníamos o no teníamos.
En esos momentos podía amar a mi cultura sin tener que justificarme y defenderme en un lugar
donde luchaba para sentir que pertenecía.
En esos momentos mis hermanos y yo sólo éramos los tres compañeros con mi mamá.
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Hace unas semanas cuando yo estaba hablando por teléfono con mi mamá y le dije, “Ma, tengo
ganas de hacer arroz con leche.”
Y mi mamá me contestó solo diciendo dos palabras, “Ay, mija.”
Después de escucharla sentí un nudo en la garganta y mis ojos llenos de lágrimas. Ella
sabía que yo tenía ganas de arroz con leche porque extrañaba mi casa, extrañaba a mis hermanos,
y más que nada extrañaba a mi mamá. Ahora, durante mis temporadas en la universidad, todo es
tan diferente de cuando era niña. Cada videollamada, mensaje de texto y foto es tan bello y
emocional para mí. Aunque ya no vivimos en el apartamento pequeño y mi mamá pudo comprar
su casa ella sola e hizo hasta lo imposible para que pudiéramos tener la oportunidad de
convertirnos en ciudadanos, todavía pienso en esos momentos. En los momentos donde solo
éramos los tres compañeros, mi mamá, y un arroz con leche bien calientito.
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